Sergio Briceño González,
Insurgencia,
Consejo Estatal para las Culturas
y las Artes de Chiapas,
Tuxtla Gutiérrez, 2011.
ERNESTO LUMBRERAS
1
Para un poeta mexicano de nuestros días, la obra de Ramón
López Velarde es una realidad inocultable y, a veces, inevitable. Por eso, en
sus posibles influjos y revisiones se torna un ejercicio de esgrima espiritual
a la hora de compartir tópicos afines: la carnalidad como suplicio y éxtasis,
el paisaje provincial detenido en el tiempo, las imágenes duales y antagónicas
de la patria, etcétera. En la variante de fantasma cómplice, la influencia del
poeta zacatecano ha dado lugar a una serie de ramificaciones —de Pellicer a
Paz, de Novo a Lizalde, Pacheco y Zaid—, donde se escenifica el choque de
trenes de la poesía y de la historia, es decir, el siniestro de los mitos
íntimos con las fantasmagorías de la vida de la colectividad. En esta tradición
de combustiones internas y de profanaciones arqueológicas, tan presente en la
lírica de la poesía mexicana del siglo XIX, se localiza la tentativa escritural
de Insurgencia, la más reciente publicación de Sergio Briceño González (Colima,
1970).
2
En un tono irónico y una postura estética y ética distintas
a sus libros anteriores —pienso en Saetas (1997), por ejemplo— su autor escribió
un libro de notable singualaridad. La intención irónica de los poemas de
Insurgencia posee distintas graduaciones en concordancia con el tratamiento
temático; en algunos momentos, el tono es cáustico y mordaz, rebelión crítica
frente a la vida y la historia. En otros pasajes, la exigencia se torna un
humor sutil que moja los actos más mundanos. A caballo entre la fábula y el
epigrama, varios de los poemas de Briceño cuentan una historia al tiempo que
nos conducen a una emboscada; en ese fin de partida, sus lectores deberán de
claudicar a cualquier principio de inocencia y neutralidad, pues serán llevados
a un interrogatorio de conciencia donde los “tal vez” o los “quizás” no son
respuestas satisfactorias.
3
La veta principal que recorre de principio a fin este libro
es la patria o, para ser precisos, algunas imágenes de la patria: la bandera,
el Grito de Dolores con su respectiva campana y estandarte guadalupano, la
pintura de Jorge González Camarena que apareció en los libros de texto gratuito
de varias generaciones de niños mexicanos, la estrella y la muerte del cura
Hidalgo o pasajes de la Conquista, entre otros capítulos de la historia del
país. Por supuesto, Sergio Briceño González no se propone glosar ciertos
momentos de ese best-seller llamado Historia mínima de México. La tentativa del
poeta colimense se localiza en nuestro presente y no, como pareciera, en el
pasado; en esa región temporal, los poemas de Insurgencia ponen la llaga en
este momento crucial de una nación ensangrentada y en zozobra permanente; libre
de cualquier intención pedagógica, la recurrente visitación a la historia
patria se resuelve como una inmersión hacia las profundidades de nuestras
contradicciones como pueblo y país. De camino a esas noches primigenias
construidas con la razón de la pólvora y de la sangre, Sergio Briceño González
desciende para hablar de las faldas de las niñas del colegio, de la mulata que
entra a un bar, de la corrupta clase política de México, de las adolescentes en
una piscina tentadas por el deseo y la rebelión… En esta ruta en espiral, el
ayer de la patria grabado en letras de oro confluye con este presente escrito
con letras de humo. En la gracia de la fugacidad quevediana, el arte mayor de
este libro cumple con creces su cometido de revisión y exorcismo en torno de
los mitos y de las actualidades de la patria, incluso, de su refundación misma
en las coordenadas del saludo profético anotado en la prosa lopezvelardiana
titulada “Novedad de la patria”, abonando nuevos giros y tonos a la tradición
del poema cívico.
4
Con este libro su autor se hizo acreedor del Premio
Internacional de Poesía Jaime Sabines en el 2011. Estructurado en tres
secciones, “Campanario oriental”, “Torre de la voz” e “Instrucciones para
sublevarse”, el cuidado para no acercarse a la farsa predecible o la prédica
políticamente correcta es reconocible en cada una de las estaciones del libro.
El rigor del poeta se observa en cada verso, en cada estrofa y en cada poema
por no ceder al afán inmediatista de la denuncia o, peor aún, de un probable
catecismo del perfecto insumiso de la realidad nacional; con los acerados
instrumentos de la ironía, su única apuesta es el ímpetu indomable de la
palabra poética —ejército iluminado y polivalente—, que no reconoce otra
bandera que la de la insubordinación ante las verdades absolutas. En ese afán
de rebeldía y de resignificación, una de las metáforas más visibles y más
audibles de Insurgencia es el grito, exclamación ambigua que lo mismo corona la
plenitud del dolor que la del espanto y del éxtasis.
5
Esta reciente entrega de Sergio Briceño González prolonga la
discusión y el examen de la patria que propuso País de sombra y fuego (Maná /
Selva Negra / Universidad de Guadalajara, 2010), libro convocado por Jorge
Esquinca y que reuniría a treinta y tres poetas en activo de la poesía escrita
en México. En un paisaje ideal para la visión de gran angular, cada poema de
Insurgencia nos confronta, desde un inmemorial pasado, con este ahora bárbaro y
cruel donde, a pesar de todo, el árbol de la vida florece y entrega frutos
maduros y luminosos. ~
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ERNESTO LUMBRERAS ha publicado los libros de poesía El cielo
y Encaminador de almas y la colección de ensayos Del verbo dar. Emboscadas a la
poesía. En 1992 ganó el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes por su
libro Espuela para demorar el viaje. En 2008, Editorial Aldus publicó Caballos
en praderas magentas. Poesía 1986-1998.