martes, 16 de septiembre de 2014

Carlos Ramírez sobre Insurgencia

La versión política de Insurgencia

 

Carlos Ramírez Vuelvas

 

Aún dentro de la versátil obra poética de Sergio Briceño González sorprende su reciente poemario publicado, Insurgencia, que el año pasado ganó el Premio Internacional Jaime Sabines. El asombro deviene porque la obra de Sergio, en su afán por encontrar un modo de expresión personal, ha recorrido varios caminos, tanto formales como temáticos, que no siempre coinciden con las páginas de Insurgencia, donde el concepto de la libertad es explorado desde diversos ángulos: como problema histórico, como posición personal, como construcción mítica o como alusión de poder y gobierno.

Briceño González había mostrado un profundo conocimiento de la tradición poética en su primer libroCorazón de agua negra, que en su momento lo hizo acreedor del Premio Estatal de Poesía, en Colima. Cuando digo tradición poética, me refiero a un serie de autores que, dentro del universo de la poesía, prefieren el trabajo en las imágenes y las atmósferas, incluso antes que las emociones.

Pero este reproche fue resuelto con fortuna en su siguiente poemario Catorce fuerzas (merecedor de otro premio estatal de poesía) donde un profundo lirismo avocado a la interpretación mítica de los árboles (otro de los temas de la tradición mítica de la poesía), demostró que la poesía de Sergio, además de poseer una flexibilidad en la construcción de imágenes y atmósferas, podía potenciarse con sangre y corazón.

Sin abandonar por completo su filiación original, Sergio volvió por sus fueros y profundizó en eserumbo. Encontró en el barroco lo que los críticos llaman un filón para su poesía. Entonces surgióSaetas, su versión personal del oxímoron, el epíteto y el hipérbaton, para traer a los fines del siglo XX, la mitología poética que la Edad Media había hecho suya  con la traducción de los clásicos griegos y latinos.

Poco después, otro doble llamado lírico Trance yElla es Dios, que de algún modo anticipan el libro deInsurgencia, porque ante el riesgo del retoricismo yaensayado por la modernidad, prefirió aligerar las viejas construcciones gramaticales para ensayar un lenguaje más llano y, por ende, una retórica menos rebuscada. Aunque también, en ello, como el poeta sabe, hay una retórica implícita.

Esta revisión panorámica de la obra de Sergio nos permite plantear algunos elementos para interpretar con más profusión esta poética, decía al principio, en apariencia novedosa en la trayectoria de nuestro poeta. Pero si Briceño González había seguido con detalle las poéticas barrocas y simbólicas, pareciera apostar por la inusitada genuflexión moderna que, al criticar la construcción de los discursos, propone esa ruta retórica alejada del alambique. Como dio cuenta Antonio Machada en varios versos, pero que en el siguiente terceto nos revela la lección aprendida por Sergio: “Verso libre, verso libre,/ líbrate mejor del versocuando te esclavice.

Paradójicamente, en Insurgencia a la sencillez retórica también devino un interés mayor por temas sociales, lo que es una verdadera novedad en la obra de Sergio, que ya había explorado, tímidamente, en algunos experimentos teatrales o, de manera más clara, en su labor periodística. Para no recurrir a la diatriba pobremente panfletaria, Briceño Gonzálezexamina la política como sistema para conocer una parte del ser humano, una parte que tiene que ver con el uso del poder y del dominio y que (para ahondar en las recurrencias de Sergio Briceño) se vincula con el erotismo: el placer del control del sujeto aludido y el placer por controlar los deseos del sujeto que alude.

Una clasificación muy general sobre la presencia de temas políticos en Insurgencia, podría presentarse en tres momentos. Primero, en aquellos poemas donde se alude a la iconografía cultural del país; luego, la presentación de los espacios sociales que se construyeron con base en esta mitología (los parques, las escuelas, las calles, las colonias); y finalmente, la posición personal (que en términos políticos, se llamaría ética) sobre la independencia.  

En ese orden, en Insurgencia aparece un Miguel Hidalgo lujurioso de independencia y de sexo, dice el poeta: “Es hombre// Tiene sed de mujer/ y no apetito// Hambre de independencia”; una alcaldesa a la que le place mirarse frente al espejo mientras canta: “Al día siguiente/ todas las ventanas/ mostraban la evidencia// agrietadas/ lo mismo/ que el espejo// donde quiso/ desnuda/ reflejarse// la señora alcaldesa”; y una horda de políticos voraces que hacen sus tabasqueñadasdurante el llamado Año de Hidalgo por la jerigonza política. El dominante, luego de saciar sus deseos, dice el poeta se despide con una postal del desastre: “Sólo dejaron/ un desarmador/ una llanta ponchada/ el sillón principal con un resorte fuera// Y el sueño de los otros// Más débil cada vez// Más frágil.”

A las alusiones vedadas a la fría iconografía patria, el poeta contrasta con sus versiones personales, la mayoría de ellas aprendidas durante la infancia, sobre la mitología nacional que, expuesta de ese modo, se confunden con la biografías de los sujetos, como su acepción de Parque Hidalgo: “Ahí/ donde los novios/ intercambiaron frutos// Ahí/ donde de niño/ supe/ que Hidalgo/ era el nombre/ de este parque.”

Un último salto al vacío colgado de la soga del campanario, la versión personal de la insurgencia: “¿Cuándo tocarás/ la campana/ de tus pasiones y glorias/ de tus delirios y abismos?// ¿Cuándo vendrá/ el tiempo/ de armar la artillería/ y emboscar/ al enemigo?// ¿O eres tú mismo/ tu adversario?” Desde luego, se trata de los poemas más personales, donde el poeta trata de encarnar el concepto al que ha aludido a lo largo del poemario. Desesperado, agazapado, espera el momento de lanzar su grito de insurgencia y mira, sobre el mar de incertidumbre la sentencia de Pessoa: navegar es necesario.

Con Insurgencia, aún podemos reprocharle a Sergio Briceño otros asuntos literarios, otras pasiones necesarias y otros límites personales. Somos seres humanos y nuestro segundo nombre el escarnio. El poeta, en el fondo de su corazón, sabe que para ello está dispuesto. Pero supongo que el poeta sabe que tampoco habría de esperar ninguna otra fortuna, más allá de las pepitas de oro de sus palabras que guarda bajo su lengua, como una lluvia de estrellas sobre el cielo (a veces nublado, a veces límpido) de los días que pasan. Por ello, muchas gracias, Sergio Briceño.